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Entre Militares y Guacamayas

By Ulises Gómez de la Rosa 1070

La presencia de mandos castrenses en el poder es desde siempre, a pesar de todo el estamento militar es el mejor valorado entre los mexicanos. Su presencia en el Estado Mexicano es basta, el arribo de López Obrador a la Presidencia representó un nuevo escenario en las relaciones entre el gobierno y ellos; en más de 200 años como nación, los militares han sido el factor determinante de la política y la vida pública.

Es sabido que López Obrador no era bien visto por las fuerzas armadas, durante la campaña externaron fuertes rechazos, no ocultaron sus simpatías por otros candidatos y paradójicamente expresaron su temor frente a un presidente demasiado cercano a posturas radicales, populistas y de izquierda. Hoy están cómodos con el convide de poder que les ha “cedido” el presidente pero no por ello están satisfechos.

Tengo la impresión de que su expansión no es producto de una concesión, no es un tema de aquí para allá sino de allá para acá, la legitimidad y poder de un presidente no depende únicamente del resultado de una elección, también está en las manos de los poderes fácticos, entre ellos el que proviene de la milicia.

Pero en esta relación se ha interpuesto el poder corruptor del narco, la expresión narco-estado parte de los municipios, muchos controlados o en disputa; aislados y sin recursos para ejercer la función policial quedan a merced de ellos. Ni que hablar de los gobernadores, empezando por aquellos de la zona del Pacífico que pactaron y permitieron su incursión en las elecciones o los últimos en escándalo, Morelos, Zacatecas, Guerrero, Tamaulipas y Veracruz amén de los que han sido procesados o están en la vitrina judicial.

Sacar a los militares de la lucha contra el narcotráfico, so pretexto de que la expansión de la violencia se debía por golpear a los liderazgos de las grandes organizaciones criminales, representó alejarlos del negocio, ya que el camino fue despejado a otro poder fáctico que es el crimen organizado, de ahí la teoría de Porfirio Muñoz Ledo. Obligado a compensarlos, pudo habérseles cedido otras funciones que les dejaría ingresos millonarios pero no en las proporciones del narcotráfico, eso los debilitó y los alejó de otro tipo de poder, de ahí la exigencia por la Guardia Nacional, claman su regreso.

Que lejos estamos de aquel ejército Trigarante, del que peleó la invasión estadounidense, el de la guerra de reforma, el de la intervención francesa, el del porfiriato, el de la revolución o incluso el de la posrevolución, el alto mando lo ha convertido en un ejército de intereses no de nacionalismos.

El resultado es un nuevo Victoriano Huerta que está al acecho, no rinde cuentas, manda a volar al Congreso, a la prensa y hasta al mismo presidente, el caso Cienfuegos y Ayotzinapa los define de pies a cabeza, no hay una relación tersa como nos han hecho creer, ahí están los espionajes que hicieron a varios funcionarios de la 4T hackeadas y exhibidas por GuacamayaLeaks. El narcotráfico y la corrupción seguirán siendo un callejón sin salida para el Estado mexicano, inmersos en esa dicotomía ellos no ganan poder, lo arrebatan.