Login

Usuario
Password *
Recordarme

Un gobernador, caballos y mulas

By Juan José Gutiérrez Álvarez 1677

Juan José Gutiérrez Álvarez es un antropólogo cultural queretano, dedicado a estudios de inmigración y estudios rurales. Contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

En el escrito anterior compartía con los lectores la manera en que Don Andrés Ramírez de Ayutla había jugado un papel central en la traída de capital a la Sierra Queretana para el desarrollo de infraestructuras.

 

Para aquellos que pensaron que quizá la historia sería un tanto cuanto exagerada, quiero compartir en detalle cómo ocurrió esa visita del gobernador Camacho Guzmán, visita que le llevó a concretar una agenda de desarrollo como no se había visto hasta entonces.

Al final de esta entrega, creo que muchos serranos estarán de acuerdo conmigo que la sierra es tierra de muchos líderes como lo fue Don Andrés Ramírez, hombres y mujeres cabales que han hecho tanto por sus pueblos y sus lugares. Esta es la historia:

Una vez que se supo que el líder sindical Rafael Camacho Guzmán había sido elegido dentro del entonces todopoderoso PRI para ser el siguiente gobernador, varios lideres de los pueblos de la Sierra comenzaron a buscar consejo de Don Andrés sobre como aprovechar el momento y conseguir la atención del candidato.

Andrés Ramírez era bien conocido en las oficinas de la ciudad de Querétaro. Le decían “oye, por qué hablas tan recio” y él les comentaba que así es como estaba acostumbrado a hablar y que además: “si les hablara quedito, no me escuchaban”. La gente que se le acercaba sabía que Andrés hablaba recio.

Como nos decía su esposa, Doña Inés (que tanto hizo para apoyar a Don Andrés en su carrera política) “Andrés siempre estaba dispuesto a desplazarse para arreglar problemas, sabe cómo moverse y es por eso que la gente siempre lo buscaba”.

Sin pensarlo dos veces, cuando se confirmó que el candidato aceptaba la invitación de ir a los pueblos de la región, Andrés organizó con apoyo de muchos otros miembros de las comunidades, que la comitiva del candidato fuera a rincones lejanos de la Sierra. Con eso seguro que se lograría que tuviera una visión directa de las necesidades y de la importancia de los pueblos de la sierra. Y fue así como se consiguieron burros, mulas y algún caballo para llevar al candidato hasta Santa María de Cocos:

“Nos aseguramos – recordaba Don Andrés cuando me contó la historia hace ya varios años- de que todo estuviera listo cuando llegaran los visitantes. Conseguimos mulas y fuimos a las comunidades del itinerario antes de la visita para asegurarnos que habría comida y alojamiento para el gobernador y su comitiva. Él había traído a su secretaria particular y a ella le costó trabajo. ¡De camino a La Tinaja, recuerdo que tuvo que desmontar y bajarse a vomitar! El candidato visito Santa María de Cocos, Barro, El Limón, Santa María y de allá a La Florida para regresar a Tepame y de allí a Concá”.

El candidato prometió que tan pronto y como fuera electo enviaría maquinaria y construiría caminos compactados para todas las comunidades… y cumplió.

El liderazgo de Andrés continuó por mucho tiempo más, con sus victorias y derrotas, y con aciertos y errores, como corresponde a cualquier dirigente. Así que un poco más adelante, en 1988, animado por sus compañeros ejidatarios empezó a pensar en presentarse por la presidencia municipal. No muchos saben que nada menos que Noradino Rubio, también gobernador del Estado, había sido el padrino político de Don Andrés.

Yo pienso que es muy importante que la Sierra aprecie que es tierra de líderes: líderes pames y jonaces de los que desgraciadamente no tenemos memoria escrita, líderes desde Tomás Mejía, hasta Rafael Olvera, y tantos otros que si han quedado registrados en la historia de México. La Sierra siempre fue tierra de gran importancia, y deberá seguir siendo así en el futuro.

A mi me alegra celebrar los éxitos de sus habitantes y hoy tocaba honrar a Don Andrés Ramírez de Ayutla y a su generosa y trabajadora esposa, Doña Inés Hernández.