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La culpa nunca será nuestra

Por: Mayra Alejandra Dávila Alvarado.

Por muchos años de la mano de Olimpia Coral Melo, varias mujeres en diversos estados del país, hemos salido a las calles a gritarle a legisladores, fiscales, jueces, periodistas y a la sociedad en general que la Violencia Digital existe, que no es una exageración ni una queja exclusiva de "las milennials".

Por mucho tiempo nos ignoraron, nos tildaron de promiscuas, de locas o libertinas, afortunadamente para las queretana, el año pasado se aprobó lo que conocemos como "Ley Olimpia" una reforma al código penal del estado que penaliza hasta con 6 años de prisión a quien difunda o amenace con difundir, contenido sexual como audio, imagen o video de una persona sin su consentimiento. Muy bien, pero ¿Y luego?... Nada, las mujeres de esta entidad continuamos sin tener acceso a la justicia y para muestra un botón; Gris denunció que un compañero de su trabajo, que tiene un puesto de superior, hizo un perfil de facebook falso en donde se hacía pasar por ella y le envió fotos íntimas de ella a su esposo, su padre y a ¡su hijo!, a su hijo menor de edad. La fiscal del caso le dijo que "no estaba segura de que el caso procediera o que existiera el delito", hasta el momento después de muchas visitas a fiscalía la carpeta de investigación está en espera. Rosi, a quien admiro profundamente por toda la valentía y fuerza con la que ha sobrevivido a la violencia digital, es prueba de que sólo si nosotras "molestamos" las autoridades hacen algo. Ella enfrentó la difusión de un video sexual e imágenes por medio de WhatsApp y de Facebook, hasta donde tenemos conocimiento. Con incertidumbre fue y levantó su denuncia, pasaron semanas y la fiscalía no encontraba pruebas, Rosi se dio a la tarea de recabarlas, sí hizo su chamba, las pruebas fueron tan obvias que se vinculó a proceso a una agresora pero no al individuo que le solicitó a la agresora el pack de ella y que le pidió tener relaciones sexual es a cambio de darle información de quien se las compartió a él. Durante el proceso ella no tuvo más que una sesión de atención psicológica, una durante los 3 meses previos a la audiencia de vinculación a proceso, no obtuvo protección después de informar que habían ido a apedrear su casa y ni hablar de la atención integral a las víctimas indirectas. Todo esto como resultado de la falta de la capacitación y sensibilización por parte de las autoridades judiciales, quienes no terminan de comprender los alcances de la violencia digital. Recuerdo que un día antes de la audiencia de Rosi, nos reunimos para revisar los posibles escenarios de la misma, durante la charla ella dijo algo que me llegó profundamente al corazón: "Mayra, no he querido ni salir a la calle porque me siento violada, siento que todo el pueblo me violó, me dan ganas de irme de aquí". Y es que es cierto así nos sentimos porque después de ser violentadas en la red hay una sociedad que nos violenta nuevamente y que además nos hace responsables de esa agresión y cuando vamos a denunciarla nos encontramos con autoridades que nos revictimizan, que como no nos ven golpeadas, violadas o muertas llegan a la conclusión de que no nos pasa nada. Por ello muchas jóvenes no se atreven a contarlo y menos a denunciar formalmente, es el caso de Rossbelina, joven landense víctima de feminicidio quien por varios meses sufrió violencia digital por parte de su ex pareja quien suplantó su identidad en Facebook, la acosó por la misma vía y la amenazaba con publicar fotos íntimas si no accedía a volver a encontrarse con él. El asesinato de Rosabelina tuvo su origen en la violencia digital y ello no siquiera ha sido visibilizado por parte de las autoridades. Es urgente tomar acciones que nos ayuden a combatir la violencia de género, insto primero a las autoridades competentes a que se capaciten, que tomen cursos, talleres sobre esta modalidad de la violencia, a que lleven a cabo jornadas de educación digital en las escuelas de todos los niveles educativos y a desarrollar políticas públicas para erradicarla. A la sociedad en general para que deje de ser el peor yugo al que se enfrentan las víctimas, nuestra desnudez no es delito, el exhibirla sí, es urgente que se comprendan los alcances que tiene la violencia digital en el espacio offline, cada que dan un like o comparten los perfiles de los agresores se convierten en cómplices, que violan nuestros cuerpos sin tocarlos, que dañan nuestra dignidad humana, que nos asesinan y encima de ello se atreven a juzgarnos sin conocer nuestra historia, quitándole responsabilidad a los verdaderos culpables: los agresores. Nadie tiene derecho a reprocharnos nada porque ¿de qué tenemos que pedir perdón? ¿Y quién puede otorgarlo? Y más importante porque la culpa nunca será nuestra.